
Hoy como como creyentes en nuestra madre Iglesia católica, hemos recibido con profunda tristeza la noticia del fallecimiento de nuestro querido Papa Francisco, que ha ocurrido en medio del alegre anuncio de la Pascua. Sin embargo, desde la esperanza cristiana que tan especialmente celebramos en este año jubilar, estamos seguras de que él se encuentra ya gozando la corona merecida que el Señor otorga a sus servidores fieles.
Como contemplativas, experimentamos el dolor por haber perdido a un padre que con especial solicitud cuidó de nosotras manifestándonos su cariño a través de gestos de cercanía en sus diferentes visitas y encuentros con la Vida Consagrada especialmente contemplativa y exhortándonos a vivir con radicalidad nuestro carisma para lograr ser corazón que sostiene y revitaliza a través de la oración a los miembros de la Iglesia, como nos lo pidió vehemente en los documentos que desde su autoridad pontificia dispuso para la vida consagrada contemplativa y dentro de los cuales vale la pena destacar Cor Orans y Vultum Dei Quarere entre otros muchos.
Este es un momento de tristeza, pero también de acción de gracias; en primer lugar a Dios, por el testimonio que el Papa Francisco nos ha dejado, por su bondad, cercanía, minoridad, pobreza, etc, porque en él, desde su ser de Jesuita, pudimos ver siempre lo concreto del carisma franciscano, vimos actualizado lo que nuestros santos fundadores vivieron en el Siglo XII, y que el Santo Padre, nos mostró que es posible vivir en este siglo XXI que tanto necesita el anuncio, pero sobre todo la vivencia del Evangelio.
Santo Padre, gracias por todo, y cuente con las oraciones que siempre nos pidió, ahora también para que el Santo Espíritu siga guiando a la Iglesia y tenga la certeza de que su testimonio permanecerá para siempre en nuestras mentes y en nuestros corazones, y estamos seguras que en este momento de su pascua, podrá repetir con nuestra madre Santa Clara las palabras que ella exultante de gozo dijo en el momento de regresar al Padre: “Gracias Señor porque me creaste con amor a tu hora exacta, gracias porque me llamaste, gracias porque me creaste, Gracias”.
Con profundo cariño, respeto, gratitud y admiración, hermanas Clarisas Monasterio de Tunja.